Institucional

Visión

Nuestra visión es conformar de una vez por toda la Nación Argentina como espacio de prosperidad y realización de todos los hombres y mujeres que forman esa comunidad en democracia. Esto implica en concreto su integración y desarrollo de manera que sus habitantes pueden desarrollarse en plenitud material, cultural y espiritualmente en todos los rincones de su geografía, en paz, libertad y equidad social.

MIsión

Ser el espacio político promotor la coalición democrática de actores y sectores capaz de superar falsas antinomias para acordar y poner en marcha, una transformación de la estructura productiva que supere de raíz las limitaciones materiales que nos agobian, en pos de un modelo de acumulación virtuoso e inclusivo fundado en la diversificación productiva, el aumento de la productividad, el cuidado del ambiente y la inserción al mundo inteligente.

¿Cómo pensamos lograrlo?

  • Pujando por espacios de poder desde donde los dirigentes y representantes del MID puedan promover el cambio estructural de las condiciones económicas y sociales del país e influir en otros actores sociales.
  • Estudiando en clave desarrollista los desafíos del siglo XXI actualizando en el marco de la grave situación nacional, abriendo las puertas de nuestros comités a todas las ideas vigentes y debatidas de la sociedad de manera de enriquecernos nosotros mismos con ellas.
  • Enriqueciendo el debate nacional obligando a la dirigencia política y social a debatir sobre las problemáticas nacionales de manera profunda y estructural de manera que las mismas puedan resolverse definitivamente.
  • Seguimos siendo un país subdesarrollado. La diferencia entre un país desarrollado y otro subdesarrollado está dada por la capacidad de su estructura económica para darle un crecimiento sostenible. Esto se da si la misma continuamente se capitaliza, es decir invierte en su sistema productivo mejorando cada vez más su productividad.

    Para lograr el desarrollo y la integración política económica y social de la Argentina hay que transformar la estructura productiva del país potenciando las capacidades de sus sectores productivos.

    El insumo crítico que falta en un país subdesarrollado es el capital. Nuestra economía esta descapitalizada, sufre la carencia de inversiones y por lo tanto tiene baja productividad y es poca competitiva salvo en el complejo agroexportador y sectores particulares.

    Por eso el principal rasgo de una política desarrollista es la decisión de seducir y atraer al capital para que se radique y se aplique a movilizar los demás factores productivos. La política económica debe ofrecer al capital reglas de juego claras y en general condiciones favorables para su reproducción. Por eso, está lejos del discurso “anticapitalista” del actual gobierno. Al capital hay que convocarlo y promoverlo mediante incentivos concretos.

    El apego a la institucionalidad, la defensa de las reglas de juego democráticas, la división de poderes, el federalismo genuino, el respeto de los derechos humanos, las garantías constitucionales, el derecho de propiedad, en suma el conjunto de pilares básicos del Estado de derecho son condiciones básicas para la vida en comunidad y el desarrollo. Hoy más que nunca es necesario el respeto de las instituciones para volver a ser creíbles y poder atraer los capitales que una política desarrollista se propone.

    Queremos un Estado inteligente que oriente el proceso económico El rol del Estado es indelegable en el diseño y la implementación de una política de desarrollo. Pero no debe asumir posiciones que el sector privado pueda desempeñar por sí mismo. Es el Estado quien debe orientar el proceso económico en las grandes líneas estratégicas de política. Debe promover la atracción de inversiones, la seguridad jurídica, la estabilidad normativa y la garantía de los derechos de propiedad para que el sector empresario pueda desarrollarse y ser exitoso.

    No es posible financiar simultáneamente todo. El desarrollismo postula que la prioridad es la inversión, y en particular la inversión orientada a los sectores productivos más dinámicos de la economía, los de mayor capacidad reproductiva. En este sentido, el desarrollismo se opone al populismo, que privilegia el gasto y el consumo.

    El cambio estructural no se logra con medidas graduales o aisladas. El desarrollo implica una política acelerada, agresiva, de transformación. Los sectores identificados como prioritarios (energía, servicios básicos, infraestructura, bienes intermedios y de capital) deben crecer a un ritmo extraordinario, muy superior al del resto de los sectores de la economía, para quitar las trabas y cuellos de botella que limitan el aprovechamiento y movilización de todos los recursos.

    Los sectores productivos deben tener alicientes e incentivos para la inversión sobre todo aquellos más rezagados que sostienen el empleo de muchas familias en los grandes conurbanos, pero también enmarcarse en una estrategia con límites temporales para lograr el aumento de la competitividad y la posterior apertura a los mercados globales. Tenemos capacidades tecnológicas, industriales y en recursos humanos. Nuestro desafío es combinarlas y potenciarlas. La integración productiva entre sectores es fundamental para la elaboración de mayor valor agregado en las cadenas de valor. La incorporación de innovación y tecnología en el marco de la cuarta revolución industrial es además un imperativo fundamental para revertir la tendencia que nos aleja del mundo desarrollado.

    El gran problema que tiene nuestra sociedad argentina, su nivel de pobreza, está estrechamente relacionadas, y ancladas, en su insuficiencia productiva. La pobreza es estructural precisamente por eso, porque la misma dinámica productiva no es capaz de generar oportunidades para todos los argentinos. El tratamiento del problema, desde la óptica desarrollista implica correr el eje de discusión, dejar de creer que todo consiste en mejorar la “distribución de la riqueza”, para centrar el esfuerzo común en una acelerada “generación de mayor riqueza”, que vaya siendo compartida a medida que se expande el producto, potenciando y dinamizando los sectores productivos claves de nuestra economía, verdaderos protagonistas del desarrollo.

    El desarrollismo del siglo XXI se basa en las evidencias tangibles del daño que un modelo extractivista ha hecho al planeta y a sus ecosistemas, afectando la calidad de vida de las generaciones futuras. Por eso este eje es fundamental para la factibilidad de nuestras propuestas y programa.

    Los recursos humanos son parte del capital intangible de la economía. Tienen un rol cada vez más estratégico. La educación debe volver a ser prioridad. Somos los autores de la Ley de Enseñanza Libre. Promover una mayor oferta en la creación de conocimiento técnico y una educación pensada en las necesidades del siglo XXI son indispensables para todo proceso de desarrollo. Reformular el sistema educativo en función de un proyecto de país es vital.

    Sostenemos la posición clásica del país en defensa de los principios de no intervención y autodeterminación. La política exterior debe expresar claramente los intereses argentinos en el mundo y no a intereses ideológicos de quien gobierna circunstancialmente.

    Ni aislacionismo o ideologización de las RREE ni apertura indiscriminada sin medir las consecuencias en los sectores productivos y la vida de la gente. Hay que integrarse al mundo pero en base a una estrategia que nos haga hacerlo con sectores más competitivos capaces de generar más valor agregado y mejores empleos.

    HISTORIA PARTIDARIA

    El Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) es un partido político argentino de orientación desarrollista fundado por el expresidente Arturo Frondizi y sus seguidores el 5 de marzo de 1964.

    El MID tiene su origen en un desprendimiento de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). En 1956 la Unión Cívica Radical se dividió en dos: la Unión Cívica Radical Intransigente, presidida por Arturo Frondizi y la Unión Cívica Radical del Pueblo presidida por Ricardo Balbín. Ese mismo año, Arturo Frondizi, que se desempeñaba como presidente de la UCR, había entablado una estrecha relación con Rogelio Frigerio, quién promovía una versión crítica del desarrollismo, una nueva teoría económica creada por los economistas de la CEPAL. Al igual que la CEPAL, Frigerio adhería a la necesidad de contar con una sólida política industrialista, pero a diferencia del organismo de las Naciones Unidas, Frigerio hacía hincapié en la necesidad de recurrir a las empresas multinacionales y la inversión extranjera directa para desarrollar industrias de base: siderurgia, petroquímica, fabricación de automóviles y sobre todo, hidrocarburos.

    En 1958, Frondizi resultó elegido presidente debido a una alianza de la UCRI con el peronismo concretada en un pacto secreto entre aquel y Perón, promovido por Frigerio. Desde un comienzo la política económica de Frondizi estuvo plenamente influida por el desarrollismo y las ideas de Frigerio, lo que produjo dos corrientes dentro de la UCRI: aquella que continuaba sosteniendo la Declaración de Avellaneda, definido en 1945 por la corriente intransigente de la UCR, y aquellos que adherían a las nuevas ideas desarrollistas, definidas por Frigerio y llevadas a la política económica por Frondizi.

    Inicialmente la UCRI se mantuvo unida porque, la condición de presidente de la Nación de Frondizi imponía la unidad alrededor de las ideas desarrollistas. Pero luego del golpe de estado que derrocó a Frondizi, ambos grupos tomaron distancia, y la ruptura fue inevitable. En 1964 los adherentes a las ideas desarrollistas dentro de la UCRI, encabezados por Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, se separaron de la UCRI y fundaron el Movimiento de Integración y Desarrollo.